¿Qué tiene que ver Mr. Magoo con Yo La Tengo? El padre de Georgia Hubley es su creador. La baterista e Ira Kaplan formaron la colosal banda en 1984, nombrándola como los gritos que daba un beisbolista latino de los New York Mets en cancha
¿Y qué puede salir de un reportero de música y una adicta a los conciertos? Un proyecto lleno de oficio, sin prejuicios y con mucho para ofrecer. Desde sus primeros discos quedó claro: terminaron los ochenta con una estridencia exquisita, dando paso a una década clave.
“Fakebook” abrió los noventa con folk sin resquemores, manteniendo la pasión por los covers con Cat Stevens, The Kinks y Daniel Johnston como ejemplos.
Para “May I Sing with Me” en 1992, Yo La Tengo vivió un gran hito. Tras pasar por 14 bajistas, dan con James McNew, otro melómano empedernido y parte de la banda hasta hoy.
A pesar de no alcanzar un éxito comercial mainstream, con el estreno de “Painful“, el primero bajo Matador Records, “Electr-O-Pura” o “I Can Hear the Heart Beating as One”, el trío ya era de culto.
De distorsión ensordecedora y folk americano, los músicos supieron alimentarse con garage, shoegaze, elementos electrónicos, bossa-nova, melodías reflexivas, cajas de ritmo, baterías alocadas, vientos, instrumentales, susurros y bromas.
Además de revertir las primeras críticas, donde se los trató de amateurs en sus instrumentos, Yo La Tengo dejó en claro que hacen música porque quieren y necesitan. Una pasión casi obsesiva que permite riesgo y da libertad, incluso para el humor, como vemos en el video de ‘Sugarcube’ o en títulos como ‘Return to Hot Chicken’.
Sobrevivieron a los noventa y la discografía continúa inspiradora y, mejor aún, desafiante. Siguen los covers, las canciones largas, las dedicables y las sorprendentes. Los setlist que nunca se repiten lo demuestran. Ira, Georgia y James sólo le deben a la música. No nos podemos imaginar algo más indie que eso.