
Sin él no tendríamos bebop, ni cool jazz. Ni hard bop. Ni jazz modal. Ni jazz rock. Cuando el jazz se ponía cómodo, Miles Davis cambiaba las reglas.
Le regalaron una trompeta a los 13 y terminó como el creador del disco de jazz más vendido del género. Pasó por Juilliard, se sumergió en la escena de Nueva York y rápido supo que la vanguardia, el arte y su creación no está entre paredes doctas y pentagramas, todo lo contrario: vive en las calles, en maestros que son pares, por sobre todo, en la práctica y la experimentación.
Tocó con Charlie Parker, John Coltrane, Bill Evans, Benny Carter, Gil Evans, Herbie Hancock y tantos más. Bebop en los 40, cool jazz, hard bop y jazz modal en los 50, fusión en los 60 y 70, consolidación en los 80.



60 álbumes de estudio, 39 en vivo, 46 recopilatorios, 4 bandas sonoras. Inquieto como pocos. En 1956, llegó a grabar cuatro discos completos en sesiones consecutivas de 2 días con su quinteto: “Cookin‘”, “Relaxin‘”, ‘Working‘”, “Steamin‘”.
3 años más tarde, lanzaría la piedra angular del género: “Kind of Blue”. Considerada la obra maestra del género por su influencia de rock y música clásica, dio nuevas lecciones de música demostrando que el jazz no pertenece a un estrato social, ni a una academia, ni a un estilo estético.
Extendiendo el espíritu eléctrico, en 1970 devela “Bitches Brew“. Fundacional en jazz rock, cúspide rupturista de su carrera, su primer disco de oro y un millón de copias.
La música se rompe, desfigura, muta y resignifica con su contexto e historia. Entre drogadicción, pasión por la moda, apariciones en Miami Vice, viajes inspiradores a Europa, amigos del arte, bandas sonoras, Miles Davis deja un legado que no cesó ni con su muerte en 1991.